¿Por qué nos lastima que otros sean bendecidos?


No hay necesidad de desear las bendiciones de otra persona. Cada uno de nosotros tiene las suyas propias.
Mis hija de 6 años, Lucy estaba siendo una hermana mayor generosa, ayudando a Emmy, de 3 años de edad, a abrir su primer regalo de cumpleaños. Cuando Lucy vio más allá de la envoltura de papel verde azulado con lunares blancos, el contenido del regalo, su generosidad se convirtió en amarga envidia.
¿Qué? dijo con incredulidad, con los ojos mirándonos a mi esposa y a mí, cuando se dio cuenta de que era una muñeca de una película para niños muy popular— ¡Quiero una muñeca de Elsa!
Si tienes hijos, o si alguna vez fuiste joven, o si eres un ser humano, te sentirás familiarizado con la escena. Un niño está contento y es amable hasta que ve a otro niño con algo que no tiene, a pesar de que el niño tiene muchos juguetes y suficientes motivos para ser feliz con lo que tiene.
Los adultos vemos claramente esta falta de visión como algo infantil, sin embargo, si somos honestos sabemos que este tipo de visión nublada no termina con la infancia. Los sentimientos de celos y envidia hacia nuestros semejantes, que son bendecidos, son parte de nuestra vida hasta el final.

¿Por qué nos lastima el que otros sean bendecidos?

El mandamiento "No codiciarás... cosa alguna de tu prójimo" puede ser el último de los 10 mandamientos, pero ha sido una de las primeras y principales luchas de mi vida. (Tal vez por eso lo noto tan fácilmente en mis hijos.) Otros compañeros de clase eran más dotados físicamente y socialmente; otros misioneros tuvieron una mayor abundancia del don de lenguas; a otros se les ha dicho "Estás contratado" en los trabajos codiciados para los que yo he sido entrevistado; y hoy en día, otros tienen casas más grandes, más dinero, más libertad.
Verdaderamente soy una de las criaturas más débiles de la creación de Dios, y he pasado gran parte de mi vida envidiando a otros que han sido proveídos con más. He fallado varias veces al tratar de ser como ellos, olvidando que hay un divino, y único yo.
Afortunadamente, los fracasos nos acercan a la verdad mediante un proceso de eliminación. Mi incapacidad de ser lo que los demás son me acerca a aprender lo que soy y lo que puedo ofrecer al mundo.
Me llama la atención la pregunta del Élder Jeffrey R. Holland:
¿Por qué nos sentimos dañados cuando alguien más es bendecido? Es un asunto fundamental que se debe trabajar a través de nuestra vida antes de que esta haya terminado.
Tengo más de 30 años y sigo luchando por responder la pregunta del Élder Holland. Afortunadamente, Dios me ha bendecido con una variedad de ayudantes a lo largo del camino de mi vida, incluyendo una esposa, tres hijas, padres, hermanos, parientes políticos, compañeros de trabajo y grandes libros, que me han enseñado no sólo más acerca de quién soy sino también a sentirme cómodo con el yo que es la creación de Dios.

Cada uno tiene sus propias bendiciones

Las escrituras y las palabras de líderes religiosos fuera del mormonismo también han sido valiosos compañeros de viaje en mi vida.
Encuentro un gran alivio de Alma en el Libro de Mormón. A pesar de que es un líder espiritual, él confiesa estar equivocado en su deseo de predicar el arrepentimiento a todo el mundo. Reconoce el pecado en su deseo de hacerlo todo y llega a la humilde conclusión de que él no es el único recurso que Dios tiene para cumplir con su proyecto divino. “debería estar conforme con lo que el Señor me ha concedido", dice Alma (Alma 29:3).
Otro gigante espiritual, Pablo, compara la iglesia con un cuerpo y nos recuerda que "tampoco el cuerpo es un solo miembro, sino muchos " (1 Corintios 12:14). Y Doctrina y Convenios enseña la doctrina liberadora que  a todo hombre (y mujer) le es dado un don por el Espíritu de Dios " (D. y C. 46:11)
El rabino Jonathan Sacks, exjefe de las Congregaciones Hebreas Unidas de la Mancomunidad y uno de mis autores favoritos, comparte la siguiente idea:
La paz viene cuando vemos nuestro reflejo en el rostro de Dios y dejamos de lado el deseo de ser otra persona. ... No hay necesidad de desear la bendición de otra persona. Cada uno tenemos lo propio. (Not in God’s Name, 139).

Avanzando con alegría

He pasado demasiado tiempo de mi vida fracasando en intentos de ser lo que otras personas son y tener lo que ellos tienen, además de no confiar en la promesa de Dios de que tengo algo especial que ofrecer y olvido su enseñanza de que necesito estar contento con lo que me ha dado.
De hecho, ni el tamaño ni la visibilidad de nuestra contribución importa. El suyo es un reino de extraña aritmética, donde Él deja a 99 para encontrar una perdida, pone al último en primer lugar, eleva a los sirvientes al trono, y sus entrañas se conmueven por la fe de los sencillos, los débiles, los desconocidos, y los ignorados.
Por supuesto, estas verdades suenan bien, pero la realidad es que aplicarlas puede ser una carga pesada. Más esencial, por lo tanto, es que nos involucremos en la búsqueda constante, orar, y llegar a descubrir nuestro lugar en el plan de Dios, confiando en que su amor por nosotros es independiente de nuestros logros; estando siempre arraigados en la realidad de que somos y siempre seremos Su creación divina.
En las palabras de esperanza de un escritor,
En algún lugar en el mundo, hay una figura moldeada como tú. Una vez que la encuentras, podrás embonar ahí. Entonces, así avanzo, todavía luchando a veces con la envidia infantil y el miedo a la tierra y el abandono del cielo, por nunca llegar a ser el yo que Dios quiere que sea.

Samuel B. Hislop es un profesional de la comunicación, originario de Logan, Utah. Él escribe a menudo, lee ampliamente, y juega frecuentemente con sus tres preciosas hijas.

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