Recuerdo alguna vez cuando
caminaba por los largos pasillos del museo de Louvre en París, en búsqueda de
lo que parecía ser la reliquia más famosa que había en su exposición: la “Joconde”, obra pictórica renacentista pintada por Leonardo Da
Vinci ―mejor conocida como la Mona Lisa―. Mi sorpresa sería que la imagen que
atraparía mi atención de manera definitiva se encontraba frente a la
“Joconde”: un cuadro que era imponente por su tamaño, por los destellos de luz en
cada uno de sus detalles y por la abundancia de personas que desfilaban en la
cotidianidad. El nombre de esa pintura era “Las bodas de Caná” de Paolo Varonese
que escenificaba un acontecimiento extraordinario narrado en el evangelio de
Juan. El pintor veneciano dibujaba con sutileza el primer milagro conocido por
nuestro Señor Jesucristo en el meridiano de los tiempos en la pequeña población
de Caná, en las cercanías de Nazaret, transformando el agua en vino en una
celebración nupcial. Mi mente desfiló poco a poco por cada una de las imágenes hasta
llegar al centro del cuadro, justo al centro de la mesa, ahí se encontraba
Jesucristo compartiendo el festín con una gran cantidad de personas, que según
parece, venían incluso del lugar más recóndito del mundo tanto de Occidente
como de Oriente, todos compartiendo gratamente del inmenso milagro de Jesucristo.
Pensé en ese momento que el evangelio no tiene fronteras. La Iglesia restaurada
es como aquella roca que no es cortada por mano y sigue avanzando por el mundo sin
detenerse, recordando a su vez la interpretación de Daniel al sueño de Nabucodonosor.
Un año después de esa experiencia, regresé a París en el año 2011 y conocí a uno de los primeros misioneros de Qatar. Este es el primer país islámico que manda misioneros a predicar el evangelio al mundo. Con ello, constaté con mis propios ojos que la profecía de Daniel se está cumpliendo en nuestros tiempos. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días está creciendo inmensamente en todo el mundo, aunque en la región islámica de los Emiratos Árabes a penas está dando sus primeros pasos. Hay muchos obstáculos que se han presentando desde que la Iglesia se estableció en 1982 en esa lejana región. El primero y más importante es que el gobierno catarí no
permite el proselitismo de ningún credo que no sea el islámico, por lo que los misioneros no predican el evangelio dentro de su territorio. Por si esto fuera poco, también está prohibido el bautismo. Todos aquellos que conocen la Iglesia en Qatar tienen que salir del país para ser bautizados. La gran mayoría de los miembros
son extranjeros que se ven obligados a migrar por sus empleos. Hay también obstáculos culturales. Por ejemplo, las reuniones dominicales se realizan cada viernes del calendario gregoriano y no los domingos como lo acostumbramos. Según el calendario islámico, el "al-yuma’a" es el día de la semana para la adoración. A
pesar de todas las dificultades, de los 4 miembros que formaron la rama en Dubai en 1982; la
membresía se ha incrementando a 1950 miembros repartidos en 10 ciudades en el
oriente de la península, creándose ya la primera estaca. El élder Holland, en su
visita en 2009, mencionó que los miembros de esa parte del mundo “están haciendo
historia”, señalando también que “aún no se sabe el verdadero significado que
esto tendrá, pero el espíritu del Señor los ha bendecido en todo momento”. No
cabe duda de que la obra del Señor es hermosa y perfecta, no habrá reino ni
hombre que la detenga. Mi corazón y mi mente testifican de la veracidad de las
profecías antiguas, así como del amor sincero que encontramos al estar
refugiados en los brazos de nuestro Señor Jesucristo aunque sea en la región
más recóndita del mundo.
Me gusto mucho este comentario!! Que interesante los detalles de la iglesia en un rincón del mundo. Gracias por las palabras tan alentadoras. - Jean Marie Place
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