Padecer depresión no es signo de iniquidad

En esta ocasión quisiera dirigirme a todos los obispos, presidentes de estaca y demás líderes de la iglesia, no en calidad de líder, porque no lo soy, sino de simple miembro "mortal". Por eso quiero dejar muy claro que no es mi intención alzar mi mano contra ustedes ni lanzar acusación alguna en ningún sentido, es sólo que ya he sabido de muchos casos de hermanos a quienes se les niega la recomendación para el Templo y se les releva de llamamientos y son sometidos a periodos informales de prueba o a suspensiones por causa de que padecen depresión o algún otro tipo de afección similar.

En ningún lugar del Manual de Administración de la Iglesia se indica que la depresión sea signo de una vida pecaminosa, ni que la administración de medicamentos psiquiátricos (antidepresivos, ansiolíticos) sea el reflejo de una maldad espiritual, ni latente ni vigente, ni manifiesta. Mucho menos en ningún manual o instructivo relativo a la expedición de recomendaciones para el Templo se indica ni se insinúa que la depresión sea motivo para negar o retener dicha recomendación.
De hecho, un apóstol del Señor ya expuso de lo que se trata. Los invito, los amonesto como su hermano, a revisar con oración el contenido de este mensaje de conferencia.



 
La depresión es una enfermedad, como la neumonía, la artritis o el cáncer de colon. Es el resultado de varios factores, la mayoría de los cuales no tiene ningún origen enteramente psicológico, aunque las circunstancias pueden desencadenar algunos síntomas, tal como ocurre con la neumonía, los males cardíacos, la artritis, el cáncer de colon, la gastritis, etc.
Insinuar que una persona ha perdido la dignidad espiritual ante el Señor por el hecho de padecer depresión es cometer un atropello, negar la eficacia de la misericordia (como le dijo el Salvador mismo a Isaías y al propio José Smith) e ignorar las palabras de los profetas y los apóstoles vivientes.
Les aconsejo que lean con mucha oración y ayuno que no por ser los ungidos del Señor, dejan de existir otros ungidos del Señor, como está en Doctrina y Convenios 121:

18 Malditos sean todos los que alcen el calcañar contra mis ungidos, dice el Señor, clamando que han pecado cuando no pecaron delante de mí, antes hicieron lo que era propio a mis ojos y lo que yo les mandé, dice el Señor.17 Mas los que claman transgresión lo hacen porque son siervos del pecado, y ellos mismos son hijos de la desobediencia.18 Y los que juran falsamente contra mis siervos para causarles la servidumbre y la muerte,19 ¡ay de ellos!; por haber ofendido a mis pequeñitos serán vedados de las ordenanzas de mi casa.20 Su cesta no se llenará, sus casas y graneros desaparecerán, y ellos mismos serán odiados de quienes los lisonjeaban.21 No tendrán derecho al sacerdocio, ni su posteridad después de ellos de generación en generación.22 Mejor les hubiera sido que se les hubiera colgado una piedra de molino al cuello, y se hubieran ahogado en lo profundo del mar.

¿Ustedes creen que son los únicos "pequeñitos" del Señor? ¿Creen ustedes que acusar de pecadores a los pacientes de enfermedades como la depresión y los trastornos semejantes no es alzar el calcañar contra los ungidos del Señor? ¿Creen que acusar a hombres, mujeres, jovencitas, madres de edad, madres jóvenes, padres jóvenes y viejos de ser impíos sólo por padecer depresión no es ofender a los pequeñitos del Señor?
¿En qué comunicado oficial, en qué Escritura, en qué palabras de los profetas se justifica semejante atropello que sólo tiene precedente en las inicuas prácticas de la secta zoramita que leemos en el Libro de Mormón?
Hay toda una generación adúltera, fornicaria, ladrona, abusiva, violenta y adoradora de las riquezas por sobre todas las cosas infestando la iglesia, enseñando supercherías y burlándose y vejando a los santos del pueblo del Señor. Si quieren "arreglar" la iglesia, vayan con ellos, enfréntenlos, no los eviten, no se pongan sólo con los que, ya torturados por las enfermedades de nuestros cuerpos y los dolores de nuestras almas, tenemos encima que padecer la persecución (porque eso es) y la infamante acusación de que no merecemos ni siquiera el privilegio de adorar a Dios.
La depresión no es la lepra. Y aún si así lo fuera, Cristo no negó su ayuda ni su misericordia ni la remisión de todos los pecados a ningún leproso, como tampoco se lo negó a ningún pecador.

Esta es la Iglesia de Cristo. Es Su obra, y se tiene que llevar a cabo con Su mentalidad, no con el turbio y limitado entendimiento del hombre natural.

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