Los mitos son los relatos que explican las cosas como son. Nosotros deberíamos creer en todos los relatos que narran las escrituras. Esos son mitos, y todos ellos conforman una gran saga mitológica
La palabra mito no significa mentira, sino relato, narración, historia.
Tema aparte es el cúmulo de ideas y relatos que rondan en los salones de clases de la capilla, en las reuniones sacramentales y hasta en algunas clases de instituto y seminario, pero que de una u otra manera son inexactos o falsos.
Cuentos chinos, leyendas urbanas, chismes, rumores, superchería sacerdotal, doctrina de pasillo, enseñanzas apóstatas, etc. Llámenles como quieran, pero no mitos, existen muchas de esas en la iglesia. Algunas las aprendimos de un respetado y querido instructor de Escuela Dominical o Seminario. Yo, por ejemplo recibí muchas de esas de boca de mis líderes cuando era jovencito (sí: incluso mi obispo, ni modo).
Comenzaré por poner aquí algunos de esos que me enseñaron cuando era un joven diácono, y la mayoría tiene que ver con la explicación de algunos deberes y responsabilidades del oficio en el sacerdocio. Hay unas que sigo escuchando y otras que de plano dan risa. Lo malo de estas doctrinas de pasillo es que se enseñaban no en el pasillo, sino en el aula y hasta en las capacitaciones:
LA MANO IZQUIERDA ES DIABÓLICA
Es obligatorio repartir y tomar los emblemas con la diestra y poner la siniestra en la espalda
Sí, yo también repartí la Santa Cena como mesero. ¿La explicación? Mi obispo y uno de sus consejeros nos decían, sin sustento en las Escrituras o manuales, que la derecha es la mano con la que se hacen los convenios y que la izquierda era malvada: que no debíamos permitir que los miembros tomaran el pan o el agua usando la mano izquierda, porque todos caeríamos bajo condenación. Por cierto que el consejero nos dijo a los jóvenes que no debíamos masturbarnos, pero que si lo hacíamos con la mano derecha era aún peor que hacerlo con la otra, porque la mano derecha es para Dios mientras que la izquierda es del diablo. Creo que ese era un comentario más político que moral, toda vez que el consejero era un hermano gringo viviendo en México.
PARA IMPEDIR QUE ENTRE SATANÁS
Sólo los poseedores del sacerdocio deben cuidar la puerta durante la oración o las ordenanzas porque así le impiden el paso al Maligno
Tal como lo leen. Esa era la razón que nos daban para explicarnos una responsabilidad que tiene más que ver con el orden y la reverencia que conjurar al Diablo para evitar su intromisión en las reuniones. ¿Y cómo le hacen en las Mujeres Jóvenes y la Sociedad de Cotorro... digo: Socorro? Ni modo: quedan expuestas a las diabólicas atrocidades de Lucifer, caray.
¿En qué parte de las Escrituras o de los manuales se dice que debe uno (sacerdote o no) pararse en la puerta durante la oración?
EL ASUNTO DE LA COCA-COLA
Beber Coca-Cola es faltar a la palabra de sabiduría
Conozco hermanos que gastaban cientos de pesos comprando muchas botellas de Coca-Cola para destaparlas y tirarlas por la cañería, con tal de evitarle al mundo el pecado de beberla. Lo curioso es que no compraba licor o cigarros para tirarlos.
En fin. No me gusta discutir nada de esto al respecto, pero el hijo de un Setenta de Área nos contó a mi esposa y a mí que su padre gusta mucho de beber Coca-Cola, y que nunca le habían dicho nada al respecto en las entrevistas que sostenía con sus líderes, quienes son autoridades generales.
Pero no queda ahí: esta la siguiente anécdota real del Presidente David O. McKay. Durante un intermedio en una obra de teatro, su mesero le ofreció un refresco.
Su oído ya no estaba muy bien, así que me puse frente a él y le dije:
―Presidente McKay, ¿qué le gustaría beber? Todos los vasos tienen la etiqueta de Coca-Cola por un contrato que tenemos con la embotelladora, pero también tenemos cerveza de raíz, refresco de naranja y Seven-Up; ¿qué le gustaría beber?
Y entonces él dijo:
―No me importa lo que diga la etiqueta del vaso, siempre que lo que esté dentro de él sea Coca-Cola.
(Gregory A. Prince y Wm Robert Wright, David O. McKay and the Rise of Modern Mormonism, The University of Utah Press, 2005, p. 23)
El punto del presidente McKay fue sencillo y reconfortante: No te obsesiones con la letra de la ley al grado de exprimirle todo el espíritu a la vida.
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